5 de noviembre de 2010

40 años

En estos cuarenta años he tenido tiempo de crecer, de aprender, de explorar, de conocer, de vivir, de sentir, de amar y de llorar, de volver a amar y volver a llorar y de amar de nuevo. He tenido tiempo para sufrir, gritar y pelear por pendejadas, pero con el paso de los años también aprendí a no sufrir por lo que no vale la pena; la vida me ha dado dolores reales, tristezas reales que afortunadamente han sido pocas y me han servido para aprender a levantarme con fuerza y berraquera dispuesta a seguir adelante para disfrutar con más ganas y más intensamente las felicidades.

En estos años he aprendido a apreciar lo que recibo, a recargarme de energía abrazando un árbol o sintiendo el sol en la cara y también he tenido la oportunidad de encontrar el placer supremo, la felicidad máxima, la satisfacción inmensa de un abrazo de Sofi, de una carcajada con su Tita, de reírnos juntas de papá.

Después de vivir eso, bien vale la pena lo sufrido, después de haberla conocido y tenerla en mis brazos solo pido otros 40 años para verla crecer y disfrutar que desde sus 4 años se burle de mí. “Gracias a la vida” cantaría Mercedes Sosa, gracias por “mi pequeño tesoro” como dirían los de Presuntos Implicados, gracias a Dios por darme esta familia tan hermosa, gracias a los que se han puesto en la tarea de ser mis amigos. Gracias a la vida por tantos años de felicidad y por la satisfacción de haber vivido intensamente lo que me ha tocado. Si así son los próximos cuarenta, que vengan con todo que aquí se les recibe.

1 de octubre de 2010

Publicar...

El 1ro de octubre del año 2010, en medio de carpetas pendientes de archivo, avisos en el Outlook de cosas por hacer, empecé la tarea de enviar la carta de presentación y mi “propuesta editorial” siguiendo las instrucciones que encontré en una página de escritores.
Con dolor de estómago, llena de inseguridades y dudando cada paso empecé a enviarlas anotando en un cuadernito el nombre de cada agencia para no repetir, emocionada como si con el envío de estos correos ya tuviera mi libro publicado. “Soñar no cuesta nada” me repito, pero también pienso que este texto lo podré utilizar en alguna entrevista cuando me pregunten “y cómo fue el proceso para la publicación de su primer libro”

¿Sabrán los agentes literarios cuantas ilusiones cuelgan de cada correo enviado?

17 de agosto de 2010

Olvido

En un texto del Dr. Johnny Campos F.R. CMP: 7813 encontré la siguiente frase: “Recordar es volver a vivir y olvidar es recordar sin sentir“

Olvidar es una palabra tan complicada, según las terapias que exponen algunos médicos se puede “olvidar” un hecho desagradable, un abandono, una traición, un mal de amor. A punta de terapia, hipnosis, charlas, grupos, etc, nos aseguran que vamos a poder olvidar, ¿pero es real? Que deje de doler lo creo, después de mucho tiempo, tiempo que es directamente proporcional al dolor sentido en la experiencia, pero ¿olvidar?

Según el RAE: olvidar(se). ‘Dejar de tener en la memoria algo o a alguien’, ‘dejar de tener afecto a alguien o algo’ y ‘no tener en cuenta algo o a alguien’

Entonces, entre más leo sobre lo que es olvidar más me confundo, para mí olvidar es borrar, deshacer, eliminar algo. Si olvido el número de teléfono de la casa en la que viví cuando era niña, pues no puedo recuperarlo en mi mente y por más esfuerzos que haga ya no está ahí, por eso me parecen simpáticas las terapias de olvido y me pregunto si después de haber amado a alguien durante años, después de haber llorado por una traición, después de haber sido golpeado de forma dramática por la vida es posible olvidar, tratar de buscar la experiencia traumática y no encontrarla? Pues según las teorías lo que se hace es recordar la experiencia sin que duela, pero toda la historia está ahí, entonces ¿a eso se le puede llamar olvidar?

“Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido”

Poema XX de Pablo Neruda

Entonces, ¿tendré errado mi concepto de olvido?...

3 de agosto de 2010

Martina y la muerte

El primer cuento que leí con la conciencia de qué era un cuento se llamaba Martina y la muerte, leerlo era parte de un ejercicio de la clase de Español en la universidad. Después de analizarlo y diseccionarlo, la tarea era escribir uno. Llegué a casa con la angustia de enfrentar la hoja en blanco y al empezar a escribir, me salió tan natural, no se si el resultado fue bueno o no, tengo que buscarlo abandonado en algún cuaderno de esa época, pero lo valioso del ejercicio es que me atreví a escribir. Ahora, después de mil años de vida me atrevo a soñar con ser escritora, este blog es parte de ese sueño.

Si alguien tiene el cuento de Martina y la muerte del que no recuerdo el autor, me encantaría tenerlo aquí publicado.