12 de enero de 2016

Expuesto



Sentía el frio de la pared en su espalda, no le importaba que la vieran ahí sentada, casi tirada contra el muro. Sus ojos seguían clavados en la curva al final del corredor. La luz que entraba por las múltiples ventanas pintaba de amarillo el lugar, un amarillo que le pareció ocre, lo demás café, como manchado por un reguero de tinto. Quería moverse, irse, pero era imposible levantar ese cuerpo que en ese instante pesaba tanto.

Maldecía el momento en que el día había cambiado tan drásticamente, estaba destinado a ser un día feliz, después de tocar tantas puertas, de hablar con tanta gente, de luchar contra la burocracia, logró que el museo aceptara incluir dos de sus fotos en la exposición de Fotografía Joven, eran solo dos, pero después de lucharlo tanto, dos eran todo un triunfo.

Era el primer día de la exposición, el gran día, tenía la ropa preparada desde que aceptaron sus fotos, un pantalón de manchas en negro y blanco, camiseta blanca, una chaqueta gruesa, regalo de su madre, bufanda roja y claro, la boina para darse un aire más bohemio. El peinado, el poco maquillaje, todo preparado desde mucho antes para la gran ocasión, todo calculado minuciosamente para el gran día. Ni siquiera la ausencia de Lucas había logrado desanimarla, ella entendía, estaba tan ocupado con su trabajo de tesis que últimamente no tenía mucho tiempo para verla, pero estaba bien, era tan estudioso, tan dedicado, ella admiraba eso en él.
Llegó temprano al museo, firmó los documentos finales y caminó emocionada hacia la pared destinada para sostener su obra, sus dos fotos. Se acercó a ellas con lágrimas en los ojos, le parecieron las mejores fotos de toda la exposición, la forma en que captaban la luz, el primer plano. Intuyó su nombre al lado de cada una porque las lágrimas no le permitían ver los detalles.

Se dio unos minutos para disfrutar tanta dicha, pasó el resto de la mañana hablando con otros expositores, con visitantes que se acercaban a preguntar detalles que ella explicaba emocionada. Pasado el medio día salió a comer algo y al regresar al museo lo vio, primero pensó que sus ojos la engañaban, caminaba en dirección a la entrada del edificio con la camisa de cuadros que ella le había regalado, no podía creerlo, no podía ser él, debía estar en casa trabajando en su tesis, no en el museo. Pero sí, era él, decidió seguirlo para asegurarse de lo que veía, las piernas le temblaban, las manos también, en la cabeza le hervía la sangre. 

No pudo más, se recostó contra el muro y sus piernas cedieron, se quedó ahí sentada, abandonada contra la pared mientras él se alejaba por el corredor, perdiéndose en la curva, abrazando a una mujer a la que besaba a cada paso.