Lo que hace a Argia diferente de las otras ciudades es que en vez de aire tiene música.
Las melodías cubren completamente las calles, las habitaciones están repletas de notas y arpegios, sobre las escaleras se posa cada instrumento aferrado a su intérprete, presto a poblar el ambiente; encima de los tejados pasean como gatos las corcheas buscando fusas y semifusas para perseguir .
Si los habitantes pueden andar por la ciudad, y escuchar sus propios pensamientos en medio de tanta magia no lo sabemos. Pero estamos seguros de que para poder gozar de toda esta magnificencia les conviene quedarse quietos y tendidos, con las ventanas abiertas para que le den respiro a tantos sones.
Hay quien dice que los domingos las notas se suavizan volviéndose casi imperceptibles, que ese día las melodías se vuelven azules, melancólicas, y no queda sino creerlo. Los lugares están invadidos de baile y canto. De noche, pegando el oído al suelo, se pueden detectar las vibraciones de tambores que se quedan dormidos ya cerca al amanecer.