No era una obsesión, ni algo en lo que pensaba mucho, tampoco una bandera para salir a marchar o un motivo para desafiar a otros, pero cuando se le volvió una realidad entendió que importante o no en su agenda, un embarazo si podía cambiarle todas las realidades.
Vivía bien, como cualquier hombre pensaba ella, sin ataduras, sin una cama recurrente, sin anillos ni rosas, solo vivía lo que el día traía y si lo que traía era un hombre que le interesara pues por qué no. Para los que la veían desde los lentes de lo tradicional si era una vagabunda aunque ella prefería aceptar la palabra como un adjetivo que se refiere a “que anda errante y carece de domicilio, que va de un lugar a otro sin asentarse en ninguno” que es lo que dice la RAE, ella pasaba por la vida y por el amor errante, no se asentaba en ningún corazón.
Cuando se enfrentó al artefacto plástico de las famosas marquitas azules que le daba una explicación a los cambios sutiles pero notorios de su cuerpo, se enfrentó con realidades que nunca le habían importado. La primera es que no era un hombre, y su vida de libertades traía esa consecuencia que se anidaba en su cuerpo y que no le pasaría de ser varón. La segunda es que andar errante era algo que acababa de salir de toda posibilidad, ahora latía en ella un corazón que requería un asentamiento definitivo. La tercera es que aunque estaba convencida de que lo que pasara en adelante con su vida era su problema y de nadie más, el personaje que ahora compartía su cuerpo, que era lo único exclusivamente suyo, traía parte de otro ser y por lo tanto ese ser tenía derecho a enterarse y a decidir si quería involucrarse en la crianza o no.
Se jactaba de conocer su cuerpo, de saber cómo funcionaba cada esquina de su ser, de lo que le gustaba, de lo que le fastidiaba, de las preferencias de su paladar y de su piel, pero la cuarta realidad que apareció es que no sabía nada de su funcionamiento, al menos no en temas de fertilidad, la ginecóloga que la atendió después de hacerle un par de preguntas que no pudo responder, sacó una hoja en blanco de la impresora y le explicó con dibujitos cómo funcionaba esa máquina caprichosa y extraordinaria que puede en un mínimo descuido crear vida. Después de eso, con una pregunta sencilla, la enfrentó a la quinta realidad - ¿el papá ya sabe que estás embarazada? – Entonces ella, desparpajada como era, le respondió – No tengo ni idea de quién es el papá de esta criatura –
La doctora la miró un segundo con los ojos muy abiertos sin saber que decir o que pensar y ella soltó una carcajada, mezcla de sí, soy un poco desordenada con, me sorprendió lo que está pasando, no lo esperaba pero estoy feliz.
De regreso a casa paró en una droguería para comprar las vitaminas que le recomendaron y una gran chocolatina Crunch que se comió frente al televisor donde su serie favorita sonaba de fondo mientras ella masticaba sus ideas.
Al día siguiente hizo unas llamadas y el viernes alistó unas empanadas compradas en la tienda de la esquina, algunas cervezas y esperó. Faltando cinco minutos para las ocho llegó Billy, siempre tan puntual, la besó en la boca al entrar y se acomodó en la sala quitándose el abrigo.
- Bueno, cuéntame cuál es el misterio – le dijo sonriendo.
- ¿Quieres una cerveza? – le dijo ella como respuesta.
- Rico, gracias. Oye estás muy bonita.
- Gracias – respondió con una sonrisa pícara – si supieras lo que viene no me estarías coqueteando pensó divertida.
A las ocho llegó Jair, traía puesto un saco gris de cuello alto y le pareció que ese color le resaltaba los ojos casi del mismo tono, la saludó con un gran abrazo que frenó un poco cuando notó que alguien estaba sentado en la sala.
- Sigue, te presento a Billy – le dijo mientras le alcanzaba una de las latas.
- ¿Qué pasa aquí? - le preguntó Jair evidentemente molesto, los encuentros con ella eran siempre en privado y con una única intención.
- Ya te contaré, tómate la cerveza mientras tanto.
En eso sonó de nuevo el timbre, ella abrió y apareció Elías con un pack de cervezas en la mano, la besó en la boca brevemente y entró despreocupado. La cara le cambió cuando vio a los otros hombres callados en un ambiente evidentemente incómodo.
Ella los presentó y se sentó en medio de los tres con un vaso con soda. Ellos se miraron, la miraron y por las mentes confusas seguro que el primer pensamiento fue – qué hace esta mujer tomando soda –
- Se preguntarán a dónde va todo esto, y no quiero alargar esta visita que es evidente que no los hace muy felices – dijo haciendo una pausa para beber un poco de su soda – ustedes me conocen, saben que no soy exclusiva de nadie y estuvieron de acuerdo con eso cuando nos conocimos – Billy asintió con la cabeza – bueno, el tema es que algo falló con mi método de planificación, y luego de una larga explicación de mi ginecóloga sobre fechas y posibilidades, creo que el bebé que estoy esperando es de uno de ustedes.
Elías que acababa de tomar un sorbo de cerveza se atoró, tocía y tocía, el aire no le entraba al cuerpo, entonces Bill afanado se puso de pie y le levantó los brazos como le enseñó su madre que se hacía con los niños. Ella veía la escena entre preocupada y divertida. Lo que pasaba era muy serio y en el fondo le afanaba un poco su propia tranquilidad. Cuando Elías volvió a respirar, todos ocuparon de nuevo sus lugares y ella continuó con su discurso.
- Los cité aquí para contarles que pienso tener este bebé, que es mi cuerpo y mi responsabilidad, por lo que no quiero ni espero que me ayuden con los gastos que un hijo implica, esos los cubro yo. Tampoco voy a pedir que le den un apellido ni que se sientan obligados a nada. Quise contarles solo porque me parece irrespetuoso no darle al padre la oportunidad de conocer o hacer parte de la vida de este bebé si así lo quiere.
- Espera un minuto – dijo Jair – dices que puede ser de uno de nosotros pero no sabes de quién – en su cara ella notó algo entre confusión y disgusto.
- Exacto, por la fecha ustedes son, como decirlo, los candidatos posibles, el tema es que necesito saber si a alguno le interesa para ver si me hago una prueba de ADN, si no quieren hacer parte de este proceso lo voy a entender perfectamente, sigo con mi camino y nos ahorramos esa platica.
En cuanto terminó la frase, Jair se puso de pie y salió dando un portazo. Bueno uno menos para la prueba, se dijo a sí misma, esperó un momento a ver qué pasaba con los otros dos.
- Pues en mis planes no estaba esto, pero si hay una criatura de por medio, estoy dispuesto a acompañarte en el proceso – le dijo Billy dirigiéndole una mirada inquisidora a Elías.
- Yo, si, pues, yo también – dijo Elías sin una milésima de convicción.
Bien, la idea no es presionarlos, como les dije yo pienso hacerme cargo, es solo que quería tener mi conciencia tranquila y no hacerlos a un lado.
- Bueno, pues si no era nada más, yo me voy – dijo Elías poniéndose de pie. Se acercó a ella para darle un beso y se frenó de inmediato como recordando la situación en la que estaban – chao – dijo saliendo.
- Otro menos – dijo ella esta vez en voz alta.
- No te preocupes, me tienes a mi – dijo Billy con una sonrisa.
- La verdad no me preocupa, yo puedo sola – respondió ella sin recriminaciones.
- Lo sé, por eso me gustas.
- No, no, sin enamoramientos que tú sabes cómo son las cosas conmigo.
- Lo sé, y tú sabes también que si no han cambiado es porque no quieres, pero yo estoy dispuesto. Dices que no nos sintamos obligados, pues yo te digo que no te sientas obligada tu tampoco, pero si necesitas ayuda en lo que te corre pierna arriba o si sientes que la nueva responsabilidad te abruma, yo estoy aquí para ti, y para ese bebé de padre desconocido – le dijo con esa sonrisa sincera que a ella le encantaba.
- Gracias le dijo.
Unos días después le envió a Elías y a Billy el formulario para la prueba de ADN, en un par de minutos Billy contestó con todos los datos que pedía el formulario, Elías la dejó en visto y luego del portazo era evidente que Jair no pensaba participar.
El día en que nació Estefanía, Billy apareció con flores y una tarjeta de Bienvenida a pesar del 0% de posibilidades que la prueba de ADN había arrojado.