El 1ro de octubre del año 2010, en medio de carpetas
pendientes de archivo, avisos en el Outlook de cosas por hacer, empecé la tarea
de enviar la carta de presentación y mi “propuesta editorial” siguiendo las
instrucciones que encontré en una página de escritores.
Con dolor de estómago, llena de inseguridades y dudando cada
paso empecé a enviarlas anotando en un cuadernito el nombre de cada agencia
para no repetir, emocionada como si con el envío de estos correos ya tuviera mi
libro publicado. “Soñar no cuesta nada” me repito, pero también pienso que este
texto lo podré utilizar en alguna entrevista cuando me pregunten “y cómo fue el
proceso para la publicación de su primer libro”
¿Sabrán los agentes literarios cuantas ilusiones cuelgan de
cada correo enviado?
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