Tarea para mi taller de cuento I
El
ruido de la botella cayendo al suelo la sacó del letargo, el monstruo
dormía, y ella no podía desaprovechar el momento. Caminó de puntas para que no
sonaran sus tacones alejándose lentamente de la cama en la que estaba
desparramado, una pierna le colgaba hasta el piso, la cara de medio lado, el
pelo desordenado, la camisa abierta dejaba al descubierto su pecho bronceado,
bien definido, hermoso, se tocó el pómulo y con el dolor regresó el recuerdo de
los golpes, eso le borró de la cabeza la bella imagen del cuerpo masculino.
Salió
sigilosa y caminó por la calle, las grandes gafas le tapaban buena parte de la
cara pero pensaba que el golpe debía notarse de todas formas. No quiso mirar a
los lados, no tenía muchos amigos pero conocía a la gente del barrio y los
saludaba diariamente al caminar por esas calles; hoy era diferente, hoy no
quería saludar y deseaba que las gafas la escondieran toda, esperaba que nadie
la reconociera para así no exponerse a preguntas complicadas.
Después
de un corto trayecto que le pareció eterno llegó a casa de Herminia, su amiga
le abrió la puerta y cuando la vio con las ridículas gafas puestas imaginó de
inmediato lo que había pasado, ya era costumbre verla golpeada solo que esta
vez tría un maletín
-
¿Me puedo quedar aquí? - preguntó tratando de evitar que se le quebrara la voz,
- Claro hermana, usted sabe, me alegra que por fin se quiera un poquito y deje
a ese cabrón.
Herminia
no hizo preguntas para no molestar, estaba feliz de verla reaccionar, la
acomodó en el cuarto de Mauricio su hermano que ya no venía mucho por la casa,
le abrió espacio en el closet y se fue a la cocina a prepararle algo.
Sola,
en esa alcoba llena de afiches de camiones y mujeres en poca ropa se sentó a
llorar su desgracia, lo amaba, pero ya no le cabían más golpes, hacía la lista
mental de lo que la enamoró y encontraba mil cualidades, el problema era que
todas desaparecían cuando llegaba borracho. El cuerpo reclamaba con moretones y
heridas, era la primera vez que lo escuchaba y se alejaba de este hombre que
amaba tanto y que la maltrataba tanto.
Herminia
entró temprano al cuarto, la encontró despierta, había pasado la noche en vela
pensando – le traje juguito – dijo dejando el vaso sobre la mesa - lo que está
haciendo es lo mejor, ese tipo nunca va a cambiar, vea, le dejo mi rosario para
que le pida a la virgencita que le de fuerza para olvidarlo – le besó la frente
y se fue a trabajar.
Entró
emocionada llamándola, quería contarle que le había conseguido empleo en la
tabacalera, pero no respondía, alcanzó a imaginar que arrepentida había ido a
buscarlo pero pronto la vio, estaba tirada en el piso, el cuerpo torcido en una
posición imposible, la cara casi desfigurada, un hilo de sangre escurría de su
boca, en la mano apretada tenía el rosario.
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