La vida es una colcha de retazos,
con cada vivencia, cada persona, cada experiencia, sumamos un cuadrito a
nuestra colcha y esa suma de colores, texturas, estampados es lo que hace al
final un todo, una historia.
En vi vida afortunadamente, he
podido recolectar variedad de trocitos para mi colcha, y si miro lo que he
cosido hasta ahora, se escapan de mi un suspiro y una sonrisa. Han sido tantas
las personas que me he cruzado y tantas las enseñanzas que me han dejado que no
puedo más que sentirme plena y satisfecha. Sé que falta mucho camino por
recorrer y muchos más colores por sumar, pero lo que llevo tejido en mi colcha
me llena de felicidad.
Cada persona ha dejado algo para
esta recopilación de experiencias, del primero al último han aportado, las
carticas de amor dobladas con forma de camisa, toda la historia que aprendí de
Bogotá, sacarle gusto a las canciones de Inxs, recibir mensajes en servilletas,
descubrir la música de Presuntos Implicados, o las sinfonías de Mahler, comer
patacón, disparar bolitas de pintura por la ventana, recorrer la universidad
bajo una lluvia torrencial y sin sombrilla, un beso bajo esa lluvia sintiendo
las gotas mezclarse con las lenguas, comer empanada con ají al lado del
Támesis, bailar durante horas robando miradas a los demás en la pista, estudiar
francés sobre el pasto en un día soleado, jugar bolos hasta que nos apaguen la
pista, el placer de un cigarro con Henessy, caminar por una playa con mi mano
en otra mano, sentir como el corazón se acelera al abrir una caja de rosas; son
tantos los recuerdos y las sensaciones, son tantos los instantes guardados en
el alma. Qué delicia que es vivir, y aunque en la colcha también hay telas
grises y desteñidas, en medio de tantas flores, pepas y cuadros se ven hasta
bien.
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