13 de enero de 2017

Yuliana



Ahora que el tema del asesinato de Yuliana Samboni ha dejado de aparecer en todos los periódicos, ahora que imagino a sus padres tratando de aprender a vivir sin ella, me pregunto ¿cómo se forma a un asesino? Que digo asesino, en este señor esa palabra es un halago, ¿cómo se forma a un ser tan repugnante? Así como me pregunto lo que deben estar sintiendo los padres de la pequeñita asesinada, me pregunto también que tipo de personas son los padres de un personaje que es capaz de secuestrar, torturar, violar y asesinar a una niñita de siete años, porque definitivamente somos lo que nuestro entorno hace de nosotros, si es cierto que hay rasgos de carácter que vienen de la cuna, pero nuestro comportamiento está regido por lo que aprendemos en el seno de la familia y nuestro carácter se modela con lo que vamos aprendiendo en el camino. Entonces ¿qué tantos errores cometieron esos padres para que su hijo resultara siendo un monstruo?

¿Qué hace que un ser con todas la comodidades, las posibilidades, las atenciones, resulte siendo un despiadado asesino? ¿O será precisamente el exceso de comodidad y el no haber tenido restricciones ni reglas lo que dio como resultado a este degenerado?

Hace un tiempo, en una reunión del colegio de mi hija, el cura nos contaba que se encontró con una niña de once que se cayó y se rompió la nariz, entonces él le preguntó y ¿porque no pusiste las manos? Entonces nos explicó que como padres, estamos atentos a que nuestros hijos no se lastimen y corremos como héroes a rescatarlos antes de que caigan al piso, la consecuencia: los niños no saben poner las manos cuando se caen, están acostumbrados a que alguien los salve del peligro y no tienen los medios para enfrentar una simple caída.

Me pregunto si estos padres que taparon cada uno de los errores de su hijo, que saltaron para protegerlo de sus malas acciones no son los culpables de que ahora cometa actos tan bajos y esté tan tranquilo, porque lo que hicieron los hermanos fue correr como héroes a tapar las atrocidades cometidas por el asesino y seguir así el círculo de complicidad aprendido en la casa. Yo personalmente no taparía un hecho tan desgarrador e inhumano, ni viniendo de mi propia sangre, pero por ahora y con la certeza de que en mi familia no incubamos asesinos, dejemos que nuestros hijos se caigan y se raspen la rodilla para que aprendan a poner las manos.
Acompañémoslos cuando tengan que cumplir con un castigo del colegio permitiéndoles enfrentar las consecuencias de sus errores para que el día de mañana, habiendo aprendido de lo pequeño, sepan distinguir entre el bien y el mal y escojan el camino correcto.

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