Infinidad de campañas se hacen a diario intentando crear
conciencia sobre el tema de la violencia de género. Se plantean nuevas leyes
que protejan a las mujeres y que incluyan penas ejemplares para los implicados
en actos de violencia contra la mujer. Hace poco tiempo se logró un avance con
la Ley Rosa Elvira Cely en la que se reconoce el feminicidio como “un delito
autónomo, con el fin de garantizar la investigación y sanción de las violencias
contra las mujeres por motivos de género y discriminación”. Pero aunque estas modificaciones
a la ley son una gran ayuda, su efectividad es nula cuando la mujer que está
sufriendo el maltrato opta por callar.
En mi novela “Donde guardas tus miedos” aparece Ana, la
protagonista, quien se ve atrapada en una situación que no sabe manejar y que
se le convierte en un problema mayor cuando el silencio la lleva a enfrentar
una realidad que la sobrepasa. En varias entrevistas he dicho que si Ana
hubiera confiado en su madre, o en un adulto que pudiera ayudarla, la novela se
habría acabado en los primeros capítulos. Esto pasa en la vida real, callar es
la peor opción cuando se sufre de maltrato. Las mujeres, bueno, en algunos
casos también los hombres, que sufren algún tipo de abuso o maltrato y optan
por esconder su sufrimiento por pena, por el qué dirán, por miedo o por el
motivo que sea, dan pie para que el problema crezca hasta que llega el punto en
el que se vuelve inmanejable y se sale de toda proporción, teniendo muchas
veces consecuencias funestas para las víctimas. Algunas permanecen calladas
cuidando la reputación del maltratador. Grave error, callar es la peor opción.
La invitación para estas personas que son víctimas es buscar
ayuda. La familia, una persona de confianza o alguna de las instituciones que
tienen los medios para dar ayuda y soluciones como el programa Sofía de la
Secretaría de la Mujer, la policía, la fiscalía. Opciones hay, lo importante es
tomar la decisión y no callar.
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