Las redes sociales se han
convertido en una realidad que lo invade todo y como todo tiene muchas cosas
positivas y también muchas negativas. Para una persona de última generación,
entender las maravillas de las redes no es fácil, nacieron con ellas y les
parece que es lo normal, nunca van a concebir que hace unos años, encontrar a
una persona con la que se ha perdido el contacto se limitaba a una búsqueda en
las páginas blancas, que podía complicarse si el buscado era de apellido Rodríguez
y empeoraba si se llamaba Jorge, Jaime o María. La otra opción era buscar
amigos comunes para ver si alguien tenía idea de que había pasado con el
buscado.
Ahora encontrara a las amigas de
colegio con las que se perdió el contacto veinte años atrás es tan fácil como
recordar el nombre, aún más fácil si se recuerda el segundo apellido, se da
buscar en la casilla de la lupa y listo, si hay muchos resultados posibles, se
apoya uno en la foto o en la información adicional como el colegio o la
universidad en la que estudió. Entonces, lo que hace tiempo era una tarea
imposible, como encontrar a la que se fue del país veinte años atrás sin dejar
pistas, se convierte en una búsqueda de segundos, enviar invitación y ¡charán!,
en minutos puedes enterarte de que hizo esta persona en los veinte años que
dejaste de verla.
Pero como todo, hay un lado bueno
y otro no tan agradable, como que te enteras a diario de mil vainas que no te
interesan, de otras mil que te incomodan y unas más que te pudren. Verbigracia:
los fanatismos religiosos y antireligiosos, los fanatismos deportivos, los
fanatismos políticos de los que defienden a un fulano corrupto y tramposo como
si fuera de la familia, los apoyan a muerte, con la inocencia que da la
parcialidad en la información o la ignorancia. Entiéndase, no critico los
comentarios de actualidad en los temas mencionados, lo que no soporto es el
tono fanático de algunos.
Los estados anímicos
autocompasivos en los que sin querer las personas que los ponen están
divulgando fallas internas que sería mejor dejar en la intimidad. Las cadenas,
si, siguen existiendo las detestables cadenas del estilo “si no reenvías este
mensaje en cinco minutos te va a partir un rayo”, “si no le envías esto a por
lo menos cien personas una desgracia llegará a tu casa” etc, etc. Pero las que
definitivamente me pudren son las que empiezan con un “Yo sé que no vas a compartir
esta imagen porque…” “yo sé que no vas a dar like porque no quieres a los niños”,
“yo sé que no vas a reenviar porque no te gustan los animales”, ¿qué sabe de mí
el que creó el mensaje?, esos me enfurecen más que las llamadas al celular que
empiezan con un “¿con quién tengo el gusto de hablar?” que es el preludio de
una conversación de media hora en la que van a ofrecerme el crédito de mi vida.
Espero que no tomen el mensaje
personal, seguramente también han tenido que lidiar con las pendejadas que yo
publico y que pueden carecer de interés, pero decirlo al aire o a la hoja me
permite desahogarme.
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