Un terremoto, un huracán, una
inundación, cuanta furia vemos últimamente en la naturaleza. Según Trump nos lo
estamos imaginando, el cambio climático no existe. Esa es la solución fácil,
enterrar la cabeza en la arena como el avestruz y así esperar que nadie nos
vea. Eso hace él, desafortunadamente al ser el mandatario de una potencia, su
cabeza en la arena trae consecuencias para todos los que habitamos el planeta.
Pero aunque la reducción que haga los Estados Unidos en investigación afecte
nuestro mundo, lo que está pasando parece no tener reversa. Lo vemos en la
televisión y nos parece terrible, pero ¿y si nos pasa?
Intento ponerme en los zapatos de
los afectados e imagino que pasaría si mañana, por el fenómeno que sea me veo
en la calle con lo que tengo puesto como única posesión, sin un lugar para
dormir, dependiendo de la caridad de las personas que quieran ayudar. Tal vez
herida, tal vez sola, sin tener noticias de mi familia, caminando por una
ciudad destrozada, intentando llegar a buscarlos en medio de ruinas. Eso en el
momento de la desgracia, y después, ¿dónde vivir, en un albergue? ¿por cuánto
tiempo, cómo conseguir un trabajo en una ciudad hecha ruinas?
Qué afortunados somos, del
calentamiento global solo nos vemos afectados por algunas granizadas, unas
leves inundaciones que ocurren generalmente en barrios lejanos y unos grados
más en nuestra ciudad, grados que agradecemos porque antes era muy fría y nada
más. Entonces seguimos desperdiciando el agua con baños interminables,
acumulando todo tipo de desechos en la misma bolsa sin preocuparnos por
reciclar, dejando todas las luces de la casa prendidas cuando no las
necesitamos, etc, etc. Pensemos un poco que también nos puede afectar la furia
de la naturaleza y hagamos pequeños cambios que puedan ayudar a preservar lo
poco que nos queda.
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