27 de septiembre de 2017

Qué habría pasado si...



Hay días en que me sorprendo en el ejercicio de pensar qué habría pasado si… y me detengo en tantos momentos importantes de mi vida en los que he estado frente a dos o más caminos y en los que he tenido que optar, a veces no tan conscientemente, por uno de ellos. En el presente, luego de vivir durante años las realidades que me han traído mis elecciones, me detengo y pienso qué habría sido de mi vida si hubiera escogido otro camino. Entonces se abre un universo de posibilidades y opciones de lo que habría podido ser.



Me imagino siguiendo mis impulsos de adolescente que quiere cambiar el mundo, montada en un bote con ropa gruesa e impermeable, llena de coraje enfrentando con frascos de olor nauseabundo a un gran barco ballenero y con la seguridad de que con rescatar a una sola ballena lo estoy logrando. O me veo en el deseo de muy joven de dedicar mi vida a ayudar en lugar de estudiar, en medio de una tribu, alejada de la sociedad enseñando a niños desnutridos a alejarse de la muerte. O me encuentro de frente a un primer amor que no quería grandes responsabilidades en su vida, ante la posibilidad de un embarazo joven, aceptando el reto de sacar adelante a un hijo, sola, trabajando de sol a sol para poder pagarle los estudios y verlo graduarse con el sabor agridulce del logro, mezclado con la amargura del abandono. O me veo pasando por un ambiente en el que lo normal era ver a unos pocos consumir algo, ver a los demás beber sin medida y yo dejándome arrastrar, recorriendo calles con delirio de abstinencia buscando desesperadamente algo que meter en mi nariz. O enamorada del tipo equivocado, sufriendo las decepciones de compartir mi techo con una pareja egoísta que se enreda con cuanta persona se cruza en su camino.

 


Después de milies de panoramas, lo que si tengo claro es que ninguno de los giros que imagino me lleva a lo que soy ahora, a la mujer reflexiva, a la que goza sentada frente al computador creando historias, a la que suspira con una sonrisa en la boca viendo los árboles del parque desde la ventana, a la que cada mañana agradece al cielo por la suerte de estar viva y de ser quien es.

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