5 de noviembre de 2010

40 años

En estos cuarenta años he tenido tiempo de crecer, de aprender, de explorar, de conocer, de vivir, de sentir, de amar y de llorar, de volver a amar y volver a llorar y de amar de nuevo. He tenido tiempo para sufrir, gritar y pelear por pendejadas, pero con el paso de los años también aprendí a no sufrir por lo que no vale la pena; la vida me ha dado dolores reales, tristezas reales que afortunadamente han sido pocas y me han servido para aprender a levantarme con fuerza y berraquera dispuesta a seguir adelante para disfrutar con más ganas y más intensamente las felicidades.

En estos años he aprendido a apreciar lo que recibo, a recargarme de energía abrazando un árbol o sintiendo el sol en la cara y también he tenido la oportunidad de encontrar el placer supremo, la felicidad máxima, la satisfacción inmensa de un abrazo de Sofi, de una carcajada con su Tita, de reírnos juntas de papá.

Después de vivir eso, bien vale la pena lo sufrido, después de haberla conocido y tenerla en mis brazos solo pido otros 40 años para verla crecer y disfrutar que desde sus 4 años se burle de mí. “Gracias a la vida” cantaría Mercedes Sosa, gracias por “mi pequeño tesoro” como dirían los de Presuntos Implicados, gracias a Dios por darme esta familia tan hermosa, gracias a los que se han puesto en la tarea de ser mis amigos. Gracias a la vida por tantos años de felicidad y por la satisfacción de haber vivido intensamente lo que me ha tocado. Si así son los próximos cuarenta, que vengan con todo que aquí se les recibe.