Andar por la vida es como manejar por Bogotá, le dan a uno un
cursito básico (al menos los que nos preocupamos por tomarlo) y salimos a la
calle a practicar: embrague, primera, freno, mirar para un lado, arrancar
despacio. Así como cuando somos jovencitos y todo es nuevo y todo nos asusta,
vamos andando, vamos cogiendo práctica y nos atrevemos a acelerar cuando vemos
una vía sin desocupada, nos metemos en una relación o conseguimos un préstamo,
entonces, cuando todo se ve bien, de la nada nos sale un camión, nos invade el
carril y tenemos que frenar intempestivamente para no estrellarnos. Quedamos
con el corazón en la mano, al borde del infarto, mientras el camión se pierde
tranquilamente en la distancia. El camión podría ser nuestra primera decepción
amorosa o perder el empleo cargando encima tremenda deuda. Y así, seguimos por
la vida queriendo avanzar y esquivando conductores que no aprendieron a manejar
sus vidas o a otros que manejan tan mal que hay que darles espacio para evitar
que nos estrellen.
De vez en cuando también nos fallan los reflejos y terminamos
con la vida abollada por uno de esos mal intencionados, por uno que va distraído
haciendo daño o simplemente porque creemos que ya dominamos el arte de andar
por la vida y nos distraemos.
Entonces ¿cuál es el éxito en la vía/vida? En estos años que
llevo manejando la mía, he aprendido que no importa cuánto cuidado tengas,
mientras manejes existe siempre el riesgo de que le pase algo a tu andar. Que
te cierren, que te rayen, que te toque frenar de improviso y te quedes sin
aire, que de alguna forma te afecten los demás conductores o que simplemente
caigas en un hueco y se te dañe un eje.
Hasta estando parqueado, en total tranquilidad y sin
acercarte a los demás, te puede caer un ladrillo en el capó. Esa es la vida,
hay que saber conducirla, aprender a ser cada vez más previsivo, andar por el
carril propio y guardar una buena distancia para poder contar con el espacio suficiente
para evadir a los que se creen Montoya o a los que no han aprendido a cambiar
de carril, pero siendo conscientes de que mientras estés vivo, siempre vas a
tener a tu alrededor peligros que pueden afectar tu vehículo.
Dediquemos este año a consentirlo, una buena lavada de
conciencia, una polichada de comida sana, una reparadita de motor haciéndonos exámenes
para controlar el colesterol y los triglicéridos. Dediquemos tiempo y dinero a
nuestra nave y no olvidemos afinar los frenos para tener con qué reaccionar
cuando sea el momento.