Abrió los ojos,
le ardían. La luz de los corredores no ayudaba, a su lado, una pared fría, casi
blanca pero con manchas. Le dio asco. Entonces miró a su alrededor, trató de
moverse y le respondió un dolor que le recorrió toda la espalda. Estaba acostada
y cada trozo de piel contra la camilla le dolía. De su brazo reptaba un tubo
que subía hasta una bolsa medio vacía que colgaba de un tubo oxidado. Su cuerpo
estaba cubierto por una sábana azul celeste que seguramente fue más oscura
antes de las mil lavadas que traía encima.
Trató de
incorporarse pero sus brazos no respondieron, el poco músculo que quedaba
adherido a los huesos estaba débil y entumido. Con esfuerzo levantó un poco la
cabeza y vio a sus pies una fila de camillas, cada una con un personaje
acostado y conectado a una bolsa como ella.
- Se despertó la
NN – le dijo una enfermera a otra que le ayudaba y ambas la miraron con cara de
asombro. Un rápido calor le subió a la cabeza, las mejillas de inmediato se
llenaron de color, sintió que le hervían las cienes – No soy ninguna NN – pensó
con furia.
- Si quiera se
despertó – le dijo la enfermera mientras se acercaba por el corredor – Estábamos
preocupados después de tantos días ¿cómo se siente? - Ella intentó responderle,
pero en cada movimiento, un nuevo dolor aparecía.
- ¿Cómo se
llama? – le preguntó. Ella abrió la boca para responder a la más sencilla de
las preguntas, esa que se le hace a todo ser humano desde antes de que tenga la
capacidad de responder. Entonces su cerebro se puso en blanco, no había
recuerdos, no pudo rescatar un solo instante de su vida anterior a ese momento.
No sabía quién era ni de dónde venía, entonces, con angustia lo admitió
callada, soy una NN.