15 de abril de 2024

Obreros

Compró un cigarrillo en el carrito de doña Flor, lo prendió con el encendedor que está siempre colgado con un cordón, quien sabe si para encontrarlo fácil o para que no se lo roben. Miró su reloj, aún faltaban veinte minutos para la hora fijada. 
 
En la construcción de la esquina un obrero trabajaba más que los demás, al menos se movía más. Subía ágilmente por el andamio, bajaba con cosas en las manos, iba, venía como una hormiga que fuera de la formación descubría nuevas rutas. Acabó el cigarrillo y lo aplastó contra el suelo con su zapato, muchas personas pasaban por el carrito de doña Flor buscando un dulce, un Chocorramo, un jugo en caja, graneados, como por turnos. Revisó su reloj y le sorprendió darse cuenta de que llevaba más de media hora viendo al obrero trabajar, ya era medio día y ella no aparecía, nunca llegaba a tiempo.
 
Fijó de nuevo sus ojos en el obrero, se preguntó porque le llamaba tanto la atención, era menudo, más bajito que los otros, diferente, sus movimientos eran más ligeros, más gráciles que los de los demás ¿sería gay, podría un gay trabajar como obrero y soportar el matoneo de un gremio tan machista? Si, definitivamente era diferente.
 
Ya no iba a llegar, pidió otro cigarrillo y un Halls por si aparecía que su aliento no apestara. No era la primera vez que lo dejaba plantado, para todos era evidente que él estaba interesado y ella no, para todos menos para él que la excusaba y seguí convencido de poder conquistarla.
 
Sonó un timbre y en la construcción el movimiento de obreros cambió de repente, empezaron a bajar, varios hacia la calle, otros aparecieron con sus loncheras y se sentaron a comer con los pies colgando en el vacío de lo que más adelante serían las ventanas. El más menudo, el que le llamaba la atención, cruzó la calle y caminó directo hacia donde estaba. Sus ojos se cruzaron, vio como brillaban, tenían algo especial.
 
Al llegar al carrito de doña Flor se quitó el casco y una larga trenza le cayó por la espalda.
 
-       Doña Flor buenos días – dijo una voz femenina dentro del overol.
-       Zulma cómo le va ¿muy trabajosa hoy? – preguntó doña Flor.
-       Como siempre – le respondió – me da unas papas de limón y una Pepsi por favor – dijo mientras lo miraba.
-       Esta mujer es una berraca – dijo doña Flor dirigiéndose a él – yo con tantos años que llevo trabajando frente a las construcciones, es la única mujer obrera que he conocido ¿no le parece que es una dura metida en un trabajo que es solo de hombres? – preguntó mirándolo.
-       Si, tremenda – contestó él dejándose involucrar en la conversación.
-       ¿Y lleva mucho trabajando en construcción? – le preguntó detallando las facciones suaves de esa mujer que hacía un trabajo tan fuerte.
-       Desde china estoy metida en esto, es que yo acompañaba a mi papá y así empecé.
-       ¿Y es difícil, pues, por el trato de los compañeros? – preguntó intrigado.
-       Pues es como todo, uno se va haciendo al ambiente y ellos también se acostumbran a tener una mujer en el equipo.
 
Hablaron hasta que sonó el timbre de nuevo, la que esperaba nunca llegó y él la olvidó pronto, pasaba el final de las tardes hablando con doña Flor mientras esperaba que llegaran las cinco para acompañar a Zulma a casa.
 

 

Febrero 5 de 2019