18 de marzo de 2019

Cambios


La vida es una suma de cambios, sin el cambio el camino se vuelve plano, una carretera en la que el paisaje se repite y el efecto hipnótico nos duerme, los cambios aparecen para alterar esa pasividad, esa tranquilidad que nos va hipnotizando.


Algunos cambios nos incomodan un poco y al reacomodarnos notamos que se durmió una pierna o que tenemos la marca de la cobija en la mejilla, estiramos la pierna y nos responde un músculo recogido en otro lado. La tranquilidad anestesia. Cambios que entumen.

Pero hay cambios radicales, esos que le pasan a los demás y no consideramos si quiera como probables. Hace unos meses, en la Autopista, un grupo de cuatro, dos hermanas, un novio, un amigo, transitaban a alta velocidad (alta velocidad en un país como el nuestro, velocidad promedio en muchos otros) un peatón se asomó para cruzar en un lugar donde no debía, el conductor se asustó, hizo una maniobra para evitarlo y acto seguido, se llevó por delante un árbol y terminó impactando un gran poste. Tres muertos, el conductor se salvó. Cambios inesperados.


Las imágenes del padre de las dos mujeres partía el corazón, arrodillado en el suelo gritaba frente a la escena. Cambios que matan. Trato de imaginar qué sigue después de algo así, lejos de buscar causas o culpables, cómo una familia sigue la vida después de perder a dos de sus miembros en un segundo de descontrol. El conductor ni siquiera había bebido. Cambios que destrozan.


Y ese personaje que llevaba el volante, venía de celebrar el paso de estudiantes universitarios a adultos que trabajan, imagino las risas, la música animada, los planes. Manejaba rápido, todos lo hemos hecho y en un segundo pasó de mejor amigo a responsable de tres muertes. Cambios que culpan.


¿Estamos preparados para afrontar los cambios? ¿Vivimos entumecidos en la comodidad? ¿No sería mejor si hacemos algunos cambios conscientes antes de que la hipnosis nos duerma? Cambios necesarios.