23 de enero de 2024

Cuando los cuadernos se vuelven tentaciones.

Cuaderno nuevo, tan tentador como un libro nuevo. Tengo muchos cuadernos empezados, creo que nunca en mi vida he llenado uno, no, estoy segura de que nunca en mi vida he llenado todas las páginas de un cuaderno. Se quedan por ahí con hojas de apuntes, de información y de cuentos, hasta tengo un par con capítulos de mis novelas, esas que me da por escribir a mano temiendo que se pierdan en el movimiento involuntario de la tecla equivocada.

 

Me encantan los pequeños, porque puedo llevarlos a todas partes, pero para escribir de verdad, los mejores son los grandes, de pasta dura y argollas para tener un buen apoyo. Me gusta hacer el ejercicio de dejarme llevar por las letras, sin pensar si lo que escribo va a ser leído o si se va a quedar aquí, abandonado en esta hoja de cuadros. Prefiero los cuadros a las rayas, me dan una extraña sensación de orden. En el colegio era obligatorio dibujarles márgenes, figuritas hechas en los cuadros superiores e inferiores que podían llevar varios colores o ser más simples de uno solo. Me emocionaban los primeros días, pero luego se convertían en una pesadilla cuando llegaba el momento de la revisión de cuadernos y las márgenes estaban presentes solo en las primeras hojas, entonces, la tarea era dibujar las que faltaban, tarde en la noche, sentada en el piso apoyando el cuaderno sobre la cama, maldiciendo en silencio y viendo la mala cara de mi mamá que no soportaba ver que hiciera las tareas en tan mala posición. 

 

Antes los cuadernos eran sinónimos de tareas, más adelante fueron compañeros de novedad en la universidad, además de confidentes de nuevas experiencias. Ahora son tentaciones, distractores que me alejan de lo que hay que hacer y lo transforman en placer.

 

No puedo evitarlo, debo llenar al menos una hoja cuando los veo por ahí con sus espacios tan blancos, tan vacíos, hacerlos míos con la irregularidad de unas letras que empieza siendo redondas y parejas para convertirse en figuras largas, unidas, sin orden establecido en sus nexos, que me recuerdan vagamente a la letra pegada que nunca dominé. Entonces, cuando pasan a ser más garabatos que letras, se vuelven un inconveniente a la hora de convertirse en un texto transcrito en el computador, porque para descifrarlas, debo muchas veces analizar el contexto y descifrar así lo garabateado. 

 

Mis queridos cuadernos, ojalá alguien los encuentre y los disfrute antes de destruirlos, para ese alguien va un gracias desde un lugar remoto del pasado.

 

Marzo 29 del 2016

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