15 de agosto de 2016

El malo

Mi marido no es muy lector, pero a ratos si es novelero, nos gastamos una hora cada noche sufriendo en televisión con un drama inventado por alguien que no soy yo. Ya lo conozco y sé que lo pudre el tema de los malos en las historias. No entiende cómo los que crean la trama permiten que el malo sea malo diez, veinte, och
enta capítulos, lo que dure la producción y que a este personaje nunca le pase nada. Le pudre que haga fechorías de principio a fin y que un par de minutos antes del final se le voltee la torta y resulte siendo atrapado, desenmascarado, encarcelado o lo que le corresponda y luego: FIN.

Su alegato va a que deberíamos ver durante muchos más capítulos cuál es el destino del malo, verlo sufrir o al menos pagar por el daño ocasionado en los ene mil capítulos anteriores. Yo me rio, como cuando me pelea por los finales en punta de mis cuentos, esos en los que al terminar me pregunta - ¿y ya, así se termina?- Él espera un final elaborado en el que yo escriba qué pasó con cada personaje y para dónde van después del final, no concibe la idea de que deje abierto el desenlace para que él o quien lo lea elabore su propia continuación de la historia.

 
Ahora, que escribo como única y deliciosa labor, quiero hacerle un homenaje, permitiendo que uno de mis personajes, “el malo” tenga una mala vida desde las primeras páginas hasta un incierto final, que será seguramente en punta, tampoco puedo darle gusto en todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario